Urocyon cinereoargenteus

Los zorros grises son principalmente nocturnos y crepusculares. Buscan alimento solos o en pareja, recorriendo bosques, matorrales y zonas suburbanas. Su dieta es variada — frutas, pequeños mamíferos, aves, insectos y carroña — y utilizan huecos en árboles o matorrales densos como madrigueras y refugio.

Las parejas se forman a finales del invierno; tras una gestación de unos 51–53 días, las hembras dan a luz camadas de 2 a 7 crías en madrigueras bajo raíces de árboles o troncos huecos. Las crías permanecen en la madriguera durante unas seis semanas, son destetadas hacia los tres meses y se dispersan en otoño para establecer sus propios territorios.

Con un peso de entre 3 y 5 kg (7–11 libras) y una longitud de 76 a 112 cm (30–44 pulgadas) de la nariz a la cola, el zorro gris posee garras semi-retráctiles y una articulación de la muñeca que le permite trepar. Su hocico delgado, orejas grandes y cola espesa le ayudan a buscar alimento, evitar depredadores y mantener el equilibrio en los árboles.

La línea evolutiva del zorro gris se remonta a millones de años, lo que lo convierte en una de las especies de cánidos más antiguas que existen. Alguna vez estuvo ampliamente distribuido en América del Norte y ha coexistido durante mucho tiempo con los pueblos indígenas, quienes admiraban su astucia, y más tarde se adaptó a paisajes fragmentados y urbanos.

Clasificado como de “Preocupación Menor” por la UICN, el zorro gris mantiene poblaciones estables en general, aunque experimenta disminuciones locales debido a la pérdida de hábitat, atropellos y medidas de control de depredadores. Su capacidad de adaptación a hábitats diversos — incluidos los bosques suburbanos — le ha permitido sobrevivir pese al avance humano.