Actualmente, las ballenas de Groenlandia están clasificadas como de "Preocupación Menor" por la UICN, pero aún se consideran en riesgo debido a amenazas como el cambio climático, que afecta su hábitat de hielo, y posibles perturbaciones por el desarrollo de petróleo y gas. Los esfuerzos de conservación se centran en monitorear las poblaciones, proteger hábitats críticos y regular el tráfico marino para reducir el ruido y las colisiones.